Extracto:Descubre el análisis del dólar en la actualidad y lo que se espera para la economía latinoamericana en 2025.
Para empezar, conviene recordar que “el dólar” no es una entidad estática: su valor relativo fluctúa frente a otras monedas, influido por tasas de interés, expectativas macroeconómicas, políticas monetarias, flujos de capital, y eventos globales. Hoy, el dólar estadounidense todavía es considerado refugio seguro en momentos de incertidumbre, pero ha mostrado altibajos que muchas personas no sienten del todo.
Un buen punto de partida es el índice DXY (que mide al dólar frente a una cesta de monedas como el euro, libra, yen, etc.). En las últimas sesiones, ese índice ha estado rondando niveles cercanos a 98.00 con ligeras oscilaciones.Durante un buen tramo del año, el dólar había perdido terreno frente a muchas monedas emergentes, pero ha habido momentos de repunte cuando los datos estadounidenses impresionan o cuando se vuelve el protagonista de “vuela al dólar cuando hay pánico”.
En el plano local latinoamericano, muchas monedas han logrado tener un respiro frente al dólar, pero esa fortaleza no es uniforme: depende del país, de la mezcla de políticas internas y de cuánta presión externa reciban (por ejemplo, tasas de interés en EE. UU. o crisis en mercados globales).
Entonces: hoy el dólar está “descansando” cerca de niveles moderados, sin movimientos espectaculares, pero con capacidad de reaccionar si surgen noticias económicas fuertes, sorpresas en inflación o decisiones importantes de la Reserva Federal (Fed).
Para entender por qué el dólar sube o baja, hay algunas fuerzas clave que vale tener en mira:
Si EE. UU. mantiene tasas altas, los inversionistas encuentran más atractivo tener dólares (o activos denominados en dólares). Eso tiende a fortalecer al dólar frente a monedas de países con tasas más bajas o con menor credibilidad. En cambio, si la Fed baja sus tasas, el diferencial se estrecha y algunas monedas emergentes podrían ganar terreno.
Cuando los datos de empleo, inflación, consumo o crecimiento son superiores a lo esperado, se alimenta la idea de que la economía estadounidense sigue firme y que la Fed podría mantener tasas más altas por más tiempo. Eso suele fortalecer al dólar. Al contrario, si los datos decepcionan, muchos inversores apuestan a una postura monetaria más expansiva, lo que le resta brillo al dólar.
En momentos de crisis, turbulencias geopolíticas o tensiones internacionales, el dólar se vuelve “refugio”. Muchos quieren tener liquidez en dólares, y eso fuerza compras del billete. Esa dinámica puede actuar como amortiguador para la moneda estadounidense.
Si inversionistas internacionales deciden sacar dinero de mercados emergentes y colocarlo en EE. UU. (por mayor seguridad percibida), el dólar gana fuerza. También, deuda externa de muchos países latinoamericanos está nominada en dólares —cuando los mercados se sacuden, se pide dólar, presión.
Si EE. UU. tiene inflación controlada y se ve confiable respecto a su política monetaria, eso ayuda al dólar. Si hubiera dudas sobre la sostenibilidad de la deuda, desequilibrios fiscales o una política errática, podría perder atractivo a mediano plazo.
Pensando hacia adelante, el panorama del dólar puede tomar varios rumbos, dependiendo del equilibrio entre esas fuerzas:
Un dato interesante: algunos analistas anticipan que muchas monedas latinoamericanas podrían debilitarse en la segunda mitad de 2025 e incluso en 2026, precisamente porque los diferenciales de crecimiento y tasas se estrecharían.
Entonces, si tú vives en Latinoamérica, no esperes una “caída dramática” del dólar, pero sí prepara tu bolsillo para cierta volatilidad.
Ahora bien: ¿por qué nos importa tanto el dólar a nosotros en Latinoamérica? Porque muchos elementos de nuestras economías están entrelazados con esa moneda, directa o indirectamente. Aquí algunos canales de transmisión y escenarios:
Muchos países latinoamericanos tienen deuda en dólares (o deuda que está vinculada al dólar). Cuando el dólar sube frente a la moneda local, pagar esa deuda se encarece en términos locales. Eso puede consumir presupuesto que podría usarse para infraestructura, salud o educación.
Una moneda local débil frente al dólar encarece importaciones: insumos, bienes de capital, tecnología, combustibles (o productos importados). Eso, con presión cambiante, puede trasladarse a precios al consumidor. En países con inflación todavía latente, es un riesgo significativo.
Un dólar fuerte ayuda en cierta medida a que nuestras exportaciones sean más atractivas (porque el comprador extranjero necesita menos de su moneda para pagar). Pero no es garantía: depende del producto y del mercado. Además, muchos insumos de exportación también se importan, así que hay un efecto mixto.
Si el dólar parece más atractivo, algunos capitales podrían salir de Latinoamérica hacia EE. UU. o mercados desarrollados. Eso puede debilitar mercados locales, reducir liquidez. Por el contrario, si el dólar pierde poder, podría atraer más flujos hacia activos locales o monedas emergentes.
Las personas y empresas reaccionan con anticipación: si esperan que el dólar suba, pueden comprar anticipadamente, generar presión en el mercado de divisas. Si confían en que se estabilizará o bajará, pueden apostar por la moneda local.
En resumen, el dólar es como un viento que sopla: tú no lo controlas, pero sientes su fuerza.
Para entender qué podría pasar con nuestras economías en el contexto del dólar, revisemos las proyecciones y tendencias:
En consecuencia, algunas economías más vulnerables podrían sufrir más en esta etapa: aquellas con alta dependencia de importaciones, deuda en dólares o poca capacidad de maniobra monetaria.
Para que este escenario no nos tome desprevenidos, aquí algunas ideas (más prácticas que teóricas):
Hoy el dólar se encuentra en un punto relativamente estable, sin movimientos extremos, pero con capacidad de reacción si los datos de EE. UU. o eventos globales sorprenden. Las monedas latinoamericanas han tenido momentos de fortaleza, pero el panorama no es homogéneo: algunos países la llevan mejor que otros.
Para Latinoamérica, el viento del dólar puede ser tanto un impulso como una carga. Con deuda en dólares, necesidad de importaciones y exposición externa, muchos riesgos están a la vista. Los pronósticos apuntan a un crecimiento modesto entre 1.5 % y 2.5 % en 2025, con presiones latentes.
Lo que sí queda claro es que el dólar seguirá siendo uno de los factores más relevantes para nuestras economías. No lo veremos todo el tiempo, pero cuando se mueve, se siente fuerte.
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