Extracto:La economía en América Latina 2025 muestra crecimiento moderado e inflación en descenso. Descubre las proyecciones 2026 por país, oportunidades de inversión y retos regionales.
América Latina siempre ha sido una región de contrastes: países con abundancia de recursos naturales, pero con deudas crónicas, potencial industrial y comercial pero atrapados en ciclos de incertidumbre. En 2025, la región vive un escenario que mezcla recuperación moderada, presiones externas y oportunidades de largo plazo que podrían cambiar su rumbo.
El crecimiento regional ronda el 2.3 % en 2025, con proyecciones que lo ubican entre 2.4 y 2.5 % en 2026-2027. Es decir: ni crisis profunda ni boom sostenido, sino una marcha lenta pero estable. La inflación ha comenzado a ceder después del golpe que supuso la subida de precios globales de energía y alimentos, aunque no todos los países logran el mismo alivio.
En paralelo, los bancos centrales han mantenido tasas de interés altas para controlar la inflación. Eso ayuda a estabilizar precios, pero también frena el crédito, el consumo y la inversión. En resumen, la región está en equilibrio frágil: con crecimiento, sí, pero con costos sociales y fiscales que limitan la capacidad de acelerar.
A pesar de los retos, el escenario no es pesimista:
México tiene todo para ser motor regional, pero avanza con paso corto. El crecimiento ha sido flojo en 2025, en parte por la dependencia de la economía estadounidense y por la incertidumbre en políticas internas. El nearshoring es su gran carta: empresas que buscan relocalizar producción lo ven como destino natural. Si logra mejorar infraestructura, seguridad y reglas claras para la inversión, México podría acelerar en 2026.
Brasil muestra más dinamismo que otros vecinos, pero vive atrapado en la contradicción de inflación alta y tasas de interés elevadas. Con la Selic alrededor del 15 %, el crédito se encarece y el consumo se enfría. La buena noticia es que se espera que el banco central comience a bajar tasas en 2026 si la inflación cede, lo cual liberaría energía para inversión y consumo. Brasil es gigante: cuando avanza, arrastra a la región.
Argentina sorprende con un repunte fuerte en 2025. Exportaciones agrícolas y energéticas, junto con un rebote de la construcción y manufactura, han dado oxígeno. Sin embargo, persisten los mismos fantasmas: inflación estructural, desconfianza inversora y fragilidad fiscal. El reto no es crecer un año, sino sostenerlo sin volver a caer en crisis. En 2026, se espera continuidad en el crecimiento, pero dependerá de disciplina fiscal y estabilidad política.
Chile está en recuperación moderada, con inversión y exportaciones creciendo, pero su talón de Aquiles sigue siendo el precio internacional del cobre. Si la demanda global se mantiene, Chile respira; si se hunde, la economía se resiente. El país intenta diversificar, pero el metal rojo sigue siendo el corazón de su economía. La inflación, aunque más baja, todavía afecta el bolsillo.
Colombia mantiene un ritmo moderado de entre 2 y 3 %. Es un crecimiento que no emociona, pero tampoco asusta. Su reto está en reducir informalidad, pobreza y en atraer inversión extranjera más allá de sectores tradicionales. Con estabilidad fiscal y política clara, Colombia podría mejorar su proyección en 2026.
Perú ha tenido un repunte gracias a la minería, pero sigue atado a la volatilidad de los precios internacionales y a la política interna. Si mantiene la estabilidad macro y diversifica sectores productivos, puede crecer por encima del promedio regional en 2026. La clave: aprovechar la minería sin descuidar industria, servicios y agroexportación.
América Latina en 2025 no está hundida, pero tampoco despegando. Vive en una especie de meseta: crecimiento bajo pero estable, inflación que cede, y grandes oportunidades en el horizonte si sabe aprovecharlas.
La clave para 2026 será bajar tasas de interés sin perder control inflacionario, atraer inversión en sectores de futuro y mantener estabilidad política. Si los países logran ese equilibrio, podrían transformar su potencial en crecimiento real y sostenido.
En palabras simples: la región tiene los recursos, la ubicación y la gente; ahora necesita reglas claras, menos improvisación y más visión de largo plazo para que el crecimiento se convierta en progreso tangible.
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